Me había olvidado de este tema.
Como algunos saben, soy veterinario y trabajo con fauna silvestre y especies de compañía no convencionales. En Buenos Aires no tenemos ardillas nativas, pero hace algunas décadas la ardilla de vientre rojo (Callosciurus erithraeus) está invadiendo las localidades de la cuenca del río Luján. Hace un tiempo me tocó atender una, que me trajo un hombre que la había criado desde cachorra por hallarla huérfana (o eso creyó él). Lo que me llamó la atención fue justamente el olor a rata que tenía, diría que peor que el que tiene una rata. No, no me pareció muy apetecible.
En cuanto a paràsitos (y cosas peores, y más ahora con todos los virus nuevos que se descubren año a año y que se expanden de la mano del cambio climático y que van a hacer que las películas de zombies parezcan un dibujito de Disney) el riesgo es el mismo para casi cualquier roedor (no importa si norteamericano o eurasiático o de la Gondwana a la que pertenezco): triquinosis, hantavirus, mal de los rastrojos, leptospirosis, etc, etc, etc. Hay cosas que se matan con el fuego, pero hay otras que nos llegan por inhalación accidental o contacto accidental con mucosas antes de la cocción. Por lo tanto, a manipular con cuidado, eviscerar sin romper nada y lavarse las manos y mantener el bicharraco lejos de la cara; o mejor todavía, dejar la ingesta de este tipo de fauna para una verdadera situación de supervivencia o necesidad.
Saludos.