Reproduzco a continuación un fragmento de "Vida entre los Patagones" de George Chaworth Musters. La verdad que es un libro que me está resultando de lo más entretenido, con muchos buenos datos etnográficos (si bien Musters no era un antropólogo, era evidentemente un buen observador) combinados con aventura. Vamos al texto (las llamadas con aclaraciones son mías):
La ocupación más importante de las mujeres era la fabricación de mantas de piel, trabajo que merece una descripción detallada. Se empieza por secar al sol las pieles, estaquillándolas con espinas de algarrobo*. Una vez secas, se las recoge para rascarlas con un pedazo de pedernal, ágata, obsidiana, o vidrio a veces, asegurado en alguna rama encorvada naturalmente de modo que forma un mango**. Luego se las unta de grasa e hígado hecho pulpa, y después se las ablanda a mano hasta hacerlas completamente flexibles; entonces se las tiende en el suelo y se las corta en pedazos con un cuchillo pequeño muy afilado haciendo muescas para ensamblarlas unas con otras a fin de dar más fuerza a las costuras, y se las distribuye entre cuatro a seis mujeres armadas de las correspondientes agujas y hebras de hilo, que consisten en punzones hechos de clavos aguzados y en tendones secos extraídos del lomo del guanaco adulto. Cuando la ma ta es grande no se la cose toda de una vez; cuando la mitad está concluída, se la estaquilla y se le aplica la pintura de la manera siguiente: se humedece un poco la superficie; luego, cada una de las mujeres toma una pastilla, o pedazo de ocre colorado, si este va a ser el color de fondo, y mojándolo aplican la pintura con gran cuidado. Una vez terminado el fondo, se pinta con la mayor precisión el diseño de motitas negras y rayas azules y amarillas, en lo que las mujeres trabajan todo el día con la perseverancia más asidua. Concluído esto, se pone a secar la piel durante una noche y se termina debidamente la otra mitad y las alas, que sirven de mangas; después se junta todo, y una vez terminado el trabajo, la piel presenta una superficie compacta. El dibujo preferido, salvo cuando el dueño de la prenda está de luto, es un colorado con crucecitas negras y rayas longitudinales azules y amarillas por ribetes, o con un zigzag de líneas blancas, azules y coloradas. Es sorprendente la energía infatigable con que trabajan las mujeres y la rapidez con que cosen. Cuando el indio está casado, su mujer, o sus mujeres, son naturalmente las que fabrican las mantas, auxiliadas por las amigas, a quienes ayudan ellas a su turno; pero cuando se trata de un soltero, como era mi infortunado caso, hay que entregar las pieles a alguna linda dama, que trabaja como otras personas que yo conozco: a partir de utilidades; y, por lo general, el cazador pierde en el negocio; por lo menos eso me pasó a mí, porque unas treinta o cuarenta pieles sólo produjeron una manta que contenía como una tercera parte de ellas. Además de las mantas de guanaco, que son las más usadas, se hacen otras de piel de zorro, puma, gato montés, carpincho*** y zorrino; la piel de este último y la del gato montés son las más valiosas; pero, como a las otras, por lo general sólo se las considera a los fines del trueque.
*Se refiere a alguna especie de Prosopis.
**En el libro hay una ilustración. Lo que se ve es idéntico a las azuelas que más de uno reprodujo en este foro.
***Resulta bastante llamativa la inclusión del carpincho o capibara (Hydrochaerus hydrochaeris) en este listado, ya que no es una especie que se dé en la Patagonia. No sé si se puede estar refiriendo a la liebre mara (Dolichotis patagonum), animal con el que está emparentado, o si de alguna manera tenían acceso a pieles de carpincho por la vía del intercambio, aunque las tribus con las que comerciaban también se encontraban por fuera de su área de distribución.